Muchas veces escuchamos hablar sobre la depresión, pero, ¿realmente sabemos qué es?

Las personas suelen asociarla con una gran tristeza o un sentimiento de vacío, sin embargo, no son estos los únicos síntomas que pueden presentarse. De hecho, muchas veces el diagnóstico de la misma, surge por otras manifestaciones del paciente, y es frecuente que uno no se de cuenta que la padece.

La depresión es una enfermedad que surge de la mezcla de factores sociales, psicológicos y biológicos, y es principalmente propenso a sufrirla quien ha pasado por circunstancias de vida adversas, como: desempleo, luto o traumatismos psicológicos. En la actualidad se calcula que la depresión afecta a 300 millones de personas en el mundo, un total del 5% de la población global.

Existen diversos síntomas que diagnostican esta enfermedad, entre los más destacados se encuentran: estado de ánimo irritable, dificultad para conciliar el sueño, cansancio, dificultad para concentrarse, pérdida del apetito, sentimientos de desesperanza o abandono, etc. Dependiendo del número y de la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos pueden ser clasificados como leves, moderados o graves.

Los tratamientos psicológicos que se utilizan para tratar la depresión son: la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, que también pueden estar acompañadas de medicamentos antidepresivos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos. Los psicólogos y psiquiatras deben tener presentes los posibles efectos adversos de los antidepresivos, las posibilidades de llevar a cabo uno u otro tipo de intervención, y las preferencias del paciente.

Si bien existen varios tratamientos, según un estudio realizado por la OMS, más de la mitad de los afectados en todo el mundo no los reciben, muchas veces por falta de recursos o personal capacitado, pero en otras ocasiones por una mala evaluación clínica.

Ocurre que es una enfermedad que suele no contarse. Las personas no logran ver que la padecen y cuando lo hacen no quieren asumirla o piensan que van a poder sanarse por sí mismos. Se la asocia con debilidad. Pero la realidad es que como cualquier otra enfermedad, es inherente a nosotros, no tenemos la culpa de la misma, y no debemos tener vergüenza de pedir ayuda. Desde Di Mauro Davrieux, somos conscientes de que es ésta una enfermedad sumamente recurrente y consideramos que es de suma importancia estar atento a estas manifestaciones y ante la duda hablarlo con alguien de confianza e inmediatamente acudir a un profesional. No solamente por tener la enfermedad, sino también para prevenirla.